¿Qué pasa cuando no se usa glifosato?

Prohibir el glifosato, además de generar incertidumbre jurídica para la producción de alimentos, es una decisión que tiene consecuencias negativas en el campo mexicano y, por lo tanto, irremediablemente afectará muchas otras áreas del país, incluyendo la economía de los mexicanos.

En la interrupción de actividades durante el lapso más fuerte del confinamiento obligado por la pandemia de COVID-19, el único sector que no se detuvo –e incluso tuvo crecimiento en 2020– fue el de la producción de alimentos, pero una decisión evidentemente política como la prohibición del glifosato pone en riesgo la misión principal del campo mexicano, que es seguir siendo el motor de desarrollo del país.

Esta decisión afecta a la agroindustria porque es una prohibición drástica que limita la actividad agrícola, especialmente porque el glifosato no puede ser reemplazado por otros productos existentes hoy en el mercado.

Uno de los impactos más importantes de su prohibición es el fuerte incremento en los costos del control de malezas e, inevitablemente, eso se refleja en el costo de producción de los cultivos, ya que habrá menores rendimientos, menores ingresos e, inclusive, en muchos casos se llegará al final de la producción, lo que obligaría a aumentar las importaciones y, en consecuencia, aumentar los precios.

De acuerdo con las estimaciones más conservadoras, el manejo manual de maleza y el aumento de costos para los agricultores reducirá la productividad de las cosechas en más de 30%.

Así, la seguridad alimentaria se verá comprometida y, además, se perdería una importante fuente de divisas porque se afectaría la producción de productos agrícolas que se exportan de México al mundo, como cerveza, berries, aguacate y tomate.

¿Qué hace?

El glifosato inhibe una enzima que está presente en las plantas y que es esencial para su crecimiento, por lo que, al usarlo, los agricultores pueden asegurar cosechas más productivas usando menos tierra.

Las malezas compiten con los cultivos por los nutrientes, el agua, la luz y el espacio, por lo que usar glifosato disminuye la necesidad de arar, lo que a su vez permite ahorrar tiempo y dinero a los agricultores.

Cuando los productores no practican el arado, la tierra retiene más agua y se mantienen los niveles de humedad, lo que se traduce en menores escurrimientos y mayores reservas disponibles para los cultivos, disminuyendo la necesidad de la irrigación. El glifosato ha permitido a los productores de todo el mundo adoptar prácticas de labranza reducida, como la siembra directa que tiene importantes beneficios ambientales.

Asimismo, la seguridad medioambiental del glifosato está ampliamente documentada por diversas instituciones en todo el mundo, incluyendo el riesgo mínimo para animales e insectos, como abejas, mariposas, anfibios y otras especies.

En general, la información científica disponible ha encontrado que el glifosato no representa un riesgo para la salud humana a través del agua superficial o potable, y que no existe evidencia alguna de contaminantes persistentes en mantos subterráneos.

Por todo esto, antes de una prohibición tan estricta, las autoridades responsables deben revisar los datos científicos y darlos a conocer ampliamente para eliminar todo tipo de prejuicio hacia el glifosato.



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