Los ataques al campo mexicano pueden derivar en una crisis alimentaria

Desde hace unos meses, diversas voces provenientes del interior del gobierno federal y
algunas de sus organizaciones aliadas de origen extranjero han lanzado ataques contra el
campo mexicano mediante diversos llamados a acciones que ponen en riesgo la
productividad de este sector e incentivan su dependencia del extranjero, lo cual puede
generar un peligroso aumento de la pobreza en el país.
 
En lo que al gobierno federal corresponde, uno de sus golpes más fuertes contra el
campo es el presupuesto, ya que, durante la actual administración, los recursos
destinados a este han disminuido alrededor de 40%.
 
Solamente el presupuesto de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural para 2020 fue
la mitad del que tenía la misma dependencia en 2005. Y en cuanto a la desaparición de
programas –práctica común en el actual gobierno–, se recortaron temas como el subsidio
al Diésel agropecuario y pesquero.
 
Otro recorte importante es el que sufrió el Programa de Sanidad e Inocuidad, así como el
mismo Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), por
lo que esta dependencia tendrá menos recursos humanos para programas de inspección,
lo cual mermará la supervisión sobre la inocuidad y sanidad de los alimentos en el país.
 
A mediano plazo, esto último generará problemas como la pérdida de competitividad
frente a otros países con los que México tiene intercambios comerciales.
 
Los otros ataques al campo mexicano de parte de la actual administración se han
generado en forma de declaraciones, como la de la titular del Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología (Conacyt), María Elena Álvarez-Buylla, que ha asegurado en
múltiples ocasiones que en México han fallecido 200,000 trabajadores del campo por
haber estado en contacto intensivo con “agrotóxicos” y que se ha encontrado glifosato en
las muestras de orina en personas de algunas comunidades agrícolas de Jalisco,
Campeche y Yucatán.
 
Sin embargo, la realidad es que el glifosato es el herbicida más usado en México y el
mundo por su efectividad, seguridad y bajo costo. Miles de estudios en todo el mundo,
han confirmado que no está relacionado con las enfermedades que la directora general
del CONACYT y grupos ambientalistas, han señalado. En el país, hay más de 30 cultivos
que utilizan el glifosato, como maíz, café, cítricos, aguacate y caña de azúcar, siendo el
sureste del país en donde más se utiliza debido a las condiciones climáticas de esa zona
y, dicho sea de paso, la zona que concentra el mayor número de pequeños y medianos
productores.
 
Las organizaciones aliadas de la actual administración
De manera sincronizada a los ataques de funcionarios como la titular de Conacyt,
organizaciones como Greenpeace México usan los mismos argumentos que dañan la
capacidad de producción del campo.
 
Por ejemplo, Viridiana Lázaro Lembrino, especialista en Agricultura y Cambio Climático de
esa organización ha declarado que es urgente prohibir el glifosato en México para
preservar la biodiversidad y la agrobiodiversidad mexicana forjada desde hace milenios.
 

Asimismo, en agosto pasado, esta organización publicó un desplegado en donde asegura
que no es necesario usar este tipo de productos para alcanzar la autosuficiencia
alimentaria en México.
 
Pero de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), si no se controlan las malezas en los cultivos –que es la función del
glifosato–, se pierde hasta 40% de su productividad.
 
México es el octavo exportador de alimentos a nivel mundial; especialmente, los
productos nacionales llegan a países altamente desarrolladas, cuyos controles
fitosanitarios son los más exigentes a nivel global y suelen reconocer la calidad de los
alimentos mexicanos.
 
Así que el argumento de que la forma en la que se producen alimentos en el país pude
ser dañina a la salud, representa un contrasentido.
 
Las posibles consecuencias
Hoy más que nunca, el país debe asegurar que la comida que se produce en su territorio
sea suficiente para una población creciente, por lo que la eliminación de herramientas que
permiten mantener esa productividad podría resultar contraproducente.
 
Los argumentos esgrimidos por estas dependencias federales y organizaciones
internacionales tienen orígenes más ideológicos que científicos, por lo que solamente
denotan un profundo desconocimiento de lo que implica la producción agrícola en el día a
día.
 
El conjunto de todo esto se vuelve en contra de los agricultores y, por lo tanto, puede
dañar a todo el país en rubros como:

  1. Menor productividad del campo mexicano y menor producción de alimentos
    nacionales.
  2. Menos alimento disponible en México.
  3. Incremento en los precios de los alimentos básicos. 
  4. Mayor desempleo en el campo.
  5. Mayor dependencia de importación de alimentos.
  6. Importación de alimentos producidos con transgénicos y con los mismos
    herbicidas y agroquímicos que se quieren prohibir en México.
  7. Menor calidad en los productos que comen los mexicanos todos los días.
  8. La pérdida de la soberanía alimentaria.
     
    Esta guerra abierta en contra de los agroquímicos, comenzando por el glifosato, es
    únicamente una campaña que, mediante información distorsionada y mentiras flagrantes,
    pretende infundir miedo en las personas que desconocen cómo es el trabajo real en el
    campo.
     
    El problema más grave es que esos ataques propagandísticos e ideológicos solamente se
    traducirán en menos alimentos disponibles para los mexicanos, los cuales serán más
    caros y, por supuesto, tendrán mucho menor calidad.


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